Decía el escritor y crítico Cyril
Connoly que “la recompensa del arte no es
ni la gloria ni el éxito, sino la intoxicación”. En efecto, no hay artista auténtico
sin enamoramiento. El poeta, el pintor, el músico que no vive en arrebatada
comunión exaltada con la creación artística, no sólo con la propia, sino
también con la de nuestros predecesores, jamás llegará siquiera a entrever otra
luz que la de la soberbia tras la cual apenas se refleja una inane banalidad.
Por eso es tan interesante la
propuesta que nos llega hoy de la mano de la pintora Silvia Anel. Esta
exposición colectiva que reúne a veintiún autores interpretando a algunos de
los grandes maestros del lienzo como Picasso, Van Gogh, Klimt, Modigliani,
Mondrian o Egon Schiele.
Magnífica idea. Copiar, calcar,
es cosa de primates, pero artista es el ser que convive con la realidad, la
observa, y la reinterpreta para que, gracias a su talento, otros podamos
descubrir apariciones que estaban veladas a nuestra limitada visión.
Pero esa realidad no tiene por
qué ser solo la de naturaleza, los acontecimientos históricos, la mitología,
los retratos. También está constituida por la visión primera de los artistas
que nos precedieron.
Así, interpretar, reinterpretar
la obra de otros, en especial la de los grandes maestros, es una forma
extraordinaria de entender nuestro mundo, nuestras inquietudes comunes, nuestra
iluminación sobre las verdades ocultas de la existencia.
Y es un modo inigualable para descubrir
los mimbres más arcanos de nuestra propia personalidad. En las afinidades entre
autores que aquí se plasman encuentran sentido las peripecias vitales de los
que ya no están, unidas a los que ahora viven. Y en esa cartografía que se
crea, pueden unos y otros identificar las rutas hacia uno mismo y hacia los
lugares compartidos y cómplices que nos sustentan como seres humanos.
Porque, al fin y al cabo, ¿qué es
crear? Una vez que la nada desapareció en la nebulosa del Big Bang, sólo
podemos alcanzar a configurar nuestra época recomponiendo las perspectivas que
hemos heredado. Ello no resta un ápice de autenticidad a las obras contemporáneas
sino que constituye diversas especies de religiones de iguales que se comunican
más allá del Tiempo.
Y, por otro lado, no debemos
olvidar que, incluso allá donde creemos estar solos ante la verdad y el mundo,
también nos limitamos a reinterpretar: la luz, los recuerdos, la experiencia,
las emociones. Ya lo dijo Pessoa: “Todo
cuanto hacemos, en el arte o en la vida, es la copia imperfecta de lo que hemos
pensado hacer... Todo esfuerzo, cualquiera que sea el fin hacia el que tienda,
sufre, al manifestarse, los desvíos que la vida le impone; se convierte en otro
esfuerzo, sirve a otros fines, consuma a veces exactamente lo contrario de lo
que se pretendía... Lo que pensamos y sentimos es siempre una traducción”.
Disfrutemos hoy de la traducción
de estos veintiún artistas, no sólo de sus propias emociones, sino incluyendo
la traslación que refleja y amplifica las iluminaciones de autores que, a
través de la perspectiva de los autores traídos por Silvia Anel, se hacen más
grande, ellos y aquellos que los inspiran.
Una última recomendación para los
pintores aquí antologados. Dijo Simon Leys que “cualquiera que, al final de su andadura, tenga la impresión de haber
tenido éxito en su vida, es que no debía aspirar muy alto en el punto de
partida”.
Sea mi recomendación, entonces,
la de sentir el fracaso diario; la de aspirar a la ruina como acicate para
siempre seguir desafiándonos; la de nunca darnos por satisfechos; y creernos a
todas horas en tránsito hacia el mejor de nosotros mismos que jamás alcanzaremos.
En Espacio para el Arte, Carretera de Galapagar, 27, Torrelodones (Madrid). Inauguración el sábado 10 de febrero a las 1900 h.