Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

16 noviembre 2016

Erri de Luca

Erri de Luca (Nápoles, 1950), novelista, poeta, traductor y comprometido ambientalista… Aquí dos magníficos poemas, uno al amado, otro a la madre.

Due

Quando saremo due saremo veglia e sonno
affonderemo nella stessa polpa
come il dente di latte e il suo secondo,
saremo due come sono le acque, le dolci e le salate,
come i cieli, del giorno e della notte,
due come sono i piedi, gli occhi, i reni,
come i tempi del battito
i colpi del respiro.
Quando saremo due non avremo metà
saremo un due che non si può dividere con niente.
Quando saremo due, nessuno sarà uno,
uno sarà l'uguale di nessuno
e l'unità consisterà nel due.
Quando saremo due
cambierà nome pure l'universo
diventerà diverso.

Dos

Cuando seamos dos, seremos vigilia y sueño,
nos sumergiremos en la misma pulpa
como el diente de leche y el que le sigue;
dos, como lo son las aguas, la dulce y la salada;
como el cielo, el nocturno, el matinal;
dos, como son los pies, los ojos, los riñones,
como el compás del latido,
o el batir de la respiración.
Cuando seamos dos no tendremos mitad,
seremos un dos que no podrá con nada dividirse.
Cuando seamos dos, ninguno será uno,
uno será igual a ninguno,
y la unidad consistirá en el dos.
Cuando seamos dos
cambiará también de nombre el universo,
se convertirá en diverso.

  
A mia madre

In te sono stato albume, uovo, pesce,
le ere sconfinate della terra
ho attraversato nella tua placenta,
fuori di te sono contato a giorni.

In te sono passato da cellula a scheletro
un milione di volte mi sono ingrandito,
fuori di te l'accrescimento è stato immensamente meno.

Sono sgusciato dalla tua pienezza
senza lasciarti vuota perché il vuoto
l'ho portato con me.

Sono venuto nudo, mi hai coperto
così ho imparato nudità e pudore
il latte e la sua assenza.

Mi hai messo in bocca tutte le parole
a cucchiaini, tranne una: mamma.
Quella l'inventa il figlio sbattendo le due labbra
quella l'insegna il figlio.

Da te ho preso le voci del mio luogo,
le canzoni, le ingiurie, gli scongiuri,
da te ho ascoltato il primo libro
dietro la febbre della scarlattina.

Ti ho dato aiuto a vomitare, a friggere le pizze,
a scrivere una lettera, ad accendere un fuoco,
a finire parole crociate, ti ho versato del vino
e ho macchiato la tavola,
non ti ho messo un nipote sulle gambe
non ti ho fatto bussare a una prigione
non ancora,
da te ho imparato il lutto e l'ora di finirlo,
a tuo padre somiglio, a tuo fratello,
non sono stato figlio.
Da te ho preso gli occhi chiari
Non il loro peso
A te ho nascosto tutto.

Ho promesso di bruciare il tuo corpo
di non darlo alla terra. Ti darò al fuoco
fratello del vulcano che ci orientava il sonno.

Ti spargerò nell'aria dopo l'acquazzone
all'ora dell'arcobaleno
che ti faceva spalancare gli occhi.


A mi madre

Dentro de ti yo fui clara, yema, pez.
Las eras infinitas de la tierra
crucé en tu placenta.
Fuera de ti me cuento en días.

Dentro de ti pasé de célula a esqueleto,
un millón de veces me agrandé.
Fuera de ti inmensamente menor fue mi crecer.

Te desposeí de tu plenitud
sin dejarte vacía porque el vacío
me lo llevé conmigo.

Vine desnudo, tú me arropaste,
así aprendí la desnudez y el pudor,
la leche y su ausencia.

A cucharaditas me pusiste todas
las palabras en la boca, salvo: mamá.
Esa la inventa el hijo,
la enseña el hijo,
moviendo los labios.

De ti tomé las voces de mi tierra,
las canciones, las injurias, los conjuros,
de ti escuché el primer libro
después de la escarlatina.

Te he ayudado a vomitar, a hacer las pizzas,
a escribir una carta, a encender un fuego,
a terminar los crucigramas, derramé el vino
y ensucié la mesa.
No te he puesto un nieto sobre las piernas.
no te he hecho llamar a una prisión,
no todavía.
De ti aprendí el luto y la hora de ponerle fin.
Me parezco a tu padre, a tu hermano,
no he sido hijo.
De ti heredé los ojos claros
pero no su magnitud.
A ti te oculté todo.

He prometido incinerar tu cuerpo,
no dárselo a la tierra. Te entregaré al fuego,
hermano del volcán que orientaba nuestro sueño.

Te esparciré en el aire después del aguacero,
a la hora del arco iris
que te hacía abrir tanto los ojos.

(Traducción Marga Sánchez Arias)

11 noviembre 2016

Hasta que volvamos a vernos, amigo...

Leonard Cohen ha muerto.


¿Qué es morir? Cada día lo tengo menos claro.
Si cada vez que veo una gabardina en cualquier parte desde que era un adolescente pienso en él, en Leonard, en la madrugada de los insomnios, ¿qué es morir?
Si mis ojos hace años y años retienen la imagen de la “Lady of the harbour” a la que fui a visitar en su Montreal, ¿qué es morir?
Si mis primeras palabras dichas en francés eran las de la canción de un Partisano perseguido por los nazis, ¿qué es morir?
Si llevo 38 años escribiendo porque un 19 de enero de 1979 estaba escuchando su LP “Songs of love and hate” y eyaculé mi primer poema, ¿qué es morir?
Si el pabellón de baloncesto junto a La Paz en Madrid sólo enciende en mi pecho la hondura de una voz insondable que dice: “I came by myself to a very crowded place; I was looking for someone who had lines in her face”, ¿qué es morir?
Si camino por mis montañas y mi cabeza tararea “Take this longing from my tongue…”, ¿qué es morir?
Si da igual los cientos y cientos de hoteles en los que yo haya estado, todos son siempre y sólo pueden ser el Chelsea hotel, ¿qué es morir?
Morir no es nada. No existe la muerte. No la de los otros, apenas la propia.
Podría elegir decenas de poemas de sus libros de poesía (“Flores para Hitler”, “Memorias de un mujeriego”, “Comparemos mitologías”, “La caja de especias de la tierra”, “La energía de los esclavos”…). Por ejemplo, aquel brevísimo poema en el que un hombre de madrugada mira en otro rascacielos otra luz encendida con un hombre mirándole a él mismo, haciéndose las mismas preguntas… Por ejemplo estos dos versos:
They locked up a man who wanted to rule the world.
The fools they locked up the wrong man.
(Encarcelaron a un hombre que quería gobernar el mundo.
Los muy idiotas encarcelaron al hombre equivocado).

Podría elegir decenas de pasajes de su perturbadora novela “Los hermosos vencidos”. Por ejemplo: “Yo no creo que un santo pueda disolver el caos del mundo, ni siquiera para sí mismo, porque hay algo de arrogante y belicoso en esta concepción de un ser humano poniendo él solo el universo en orden”.
Podría elegir decenas de canciones. Alguna de ellas las cantaba en su soledad y en el engaño el protagonista de “Fugu”, mi primera novela allá por 1986. Algunas otras son la banda sonora de mi existencia más íntima: Famous blue raincoat o Lady midnight… No sé por qué y sí lo sé, por qué elijo hoy ésta otra “Seems so long ago, Nancy”. Tal vez porque su armonía es la del acabamiento. Tal vez, apócrifamente, porque now I look around you, and see him everywhere. Tal vez porque he never said he'd wait for us although he was alone…
Termino este dolido comentario trascribiendo el quinto poema que escribí en toda mi vida, un enero de 1979… Es un pésimo poema pero Cohen ya estaba citado en él…
Glosando a Leonard Cohen
Pasaste por la vida
como pájaro enjaulado,
pero libre en un principio
de ser (por) todos ultrajado.
Pero lo importante de las cosas
no está en cómo han de salir,
sino en cómo y por qué se han de hacer.
Y, a fin de cuentas,
el pájaro más libre
es aquel que no comparte
con los otros
las injusticias y opresiones
de quienes las viven fuera.
Y quién no, dándose
cuenta del mundo en que vivimos,
no envidiase la suerte
de aquel pájaro enjaulado
o del condenado presidiario?
Porque llegará el día
en que la vida
de los que sufrieron lo indecible
será envidiada tanto como el
más preciado tesoro del rey moro.
Y allí estará presente
tu victoria, Leonard,
la victoria de un hombre
sobre la nada y el hombre,
sobre el mundo y el Universo,
sobre el amor y la amargura,
sobre la sonrisa y el llanto,
cantante minoritario
de mayorías minoritarias.
Y llegará el día en que
el nombre de Leonard Cohen
traiga recuerdo de un hombre
que nació, vivió y murió
para los pájaros enjaulados.
(Madrid, enero, 1979)


Y ahora: Let's sing another song, boys, this one has grown old and bitter… sí, cantemos ya para Leonard otra canción, que ésta se ha hecho vieja y amarga…

10 noviembre 2016

Homenaje a Carlos Montero

Si hace cuarenta años, cuando vivía literalmente pegado a un destartalado tocadiscos escuchando a Aute, a Patxi Andión, a Marina Rossell, Hilario Camacho, Joaquín Díaz, Dylan, a Silvio Rodríguez, a Cohen, Olga Manzano y Manuel Picón, a Pablo Guerrero, Luis Pastor, Suburbano, Raíces y tantos otros… Si entonces me hubieran dicho que un día compartiría escenario con algunos de éstos, como ayer en el Homenaje a Carlos Montero, habría pensado que eso no sería sino uno de tantos imposibles, un sueño ridículo y  adolescente.
Y sin embargo sucedió. Y hasta para concluir el homenaje cantamos todos a “descoro” el tango “Victoria” de Discépolo…
Así que una intransmisible felicidad conquistada recorre mis venas en estas horas. Aunque la tristeza que siento es aún “más infinita”. Y no es frase hecha. Siento una cruel desolación porque es como si hubiera llegado el tiempo en el que mi hogar interior se fuera despoblando, como si los muebles de mi alma los estuvieran desahuciando hacia las almonedas del olvido...
Menos mal que ya lo dijo Aute, “queda la música”… y la poesía… refugios… shelthers from the storms contra ciertos diluvios que quieren ahora y siempre ahogarnos, arrasarnos.
Gracias a los organizadores y a los participantes Marco de Gregori, María Luisa García Sánchez, Fernando Lucini, Pablo Guerrero…
Os dejo aquí las palabras que escribí para Carlos y los tangos que recité:
Buenas tardes y gracias a todos por compartir amistad en el recuerdo de Carlos Montero a quien tras admirar durante muchos años finalmente pude conocer en persona gracias a un concierto en el café Libertad 8 a principios de los 90, hace más de 25 años en el que aproveché para entregarle mi primera novela, más vieja aún, pues era de 1986, novela en cuya trama se incluía un tango cuya primera versión curiosamente yo había escuchado en el disco “Basta” de Quilapayún y que leeré al terminar mi intervención.
Desde aquel día en que nos conocimos, nuestra amistad se consolidó siempre precisamente en compartirnos poesía. La otra gran pasión de Carlos junto con la música, la poesía. Y cada vez que nos veíamos no dejaba de proponerme que me atreviera a escribir letras a las que él pusiera música de tango... Que no dejara pasar más el tiempo y me decía, como el tango, Jaime, recuerda: “se va la vida / se va y no vuelve. / ¿Quién la detiene? / ¡Si ni Dios la sujeta! / Lo mejor es vivirla y largar / las penas a rodar. / Pasan los días / pasan los años, / es fugaz la alegría. / ¡No pensés en dolor ni en virtud! / ¡Viví tu juventud!…”.
Bueno, pues la última vez que me propuso trabajar juntos fue en la última Feria del Libro de Madrid cuando con su infinita generosidad, como cada año, vino a la caseta en la que yo estaba firmando. Aquella vez parecía que iba a atreverme y quedamos comprometidos para hacer unos tangos. Aunque él ya, tras un ictus, tuviera que componer la música en un ordenador y no en su extraordinaria guitarra de ocho cuerdas. Pero yo, necio como pocas veces, retrasé una vez más aquella cita a la que ya jamás podré acudir. Por ese motivo que tanto me pesa en el corazón quiero leeros primero el tango que resume mi tristeza desde su pérdida y luego aquel tango primero que nos unió.
El primero es el tango: “Sin piel”, de Eladia Blázquez.

¡Ya sé! Llegó la hora de archivar el corazón...
De hacer con la ilusión, que no me va a servir
un lindo paquetito con una cinta azul,
guardarlo en el baúl y no volverlo a abrir...
Es hora de matar los sueños,
es hora de inventar coraje
para iniciar un largo viaje
por un gris paisaje...
¡sin amor!

Después de haber sentido hasta el dolor a los demás,
de darme sin medir, de amar sin calcular,
llegó la indiferencia metiéndose en mi piel
pacientemente cruel, ¡matando mi verdad!
Saber que no me importa nada...
de alguna vibración pasada;
y caminar narcotizado
por un mundo helado...
¡sin amor!

Voy a aprender a llorar sin sufrir,
sin detenerme a mirar una flor,
a encallecer lentamente
¡igual que la gente sin alma y sin voz!
Voy a entender que se puede morir,
y latir... tic tac tic tac… al compás del reloj;
como una máquina fiel
igual que un robot...
¡sin piel!

Y ahora mi tango favorito que él interpretaba como nadie y que creo que le habría encantado escuchar en este homenaje en el antiguo cine California de mi infancia, que entonces tenía su telón.

“La última Curda”, de Cátulo Castillo y Anibal Troilo:

Lastima, bandoneón,
mi corazón
tu ronca maldición maleva...
Tu lágrima de ron me lleva
hasta el hondo bajo fondo
donde el barro se subleva.
¡Ya sé, no me digás! ¡Tenés razón!
La vida es una herida absurda,
y es todo tan fugaz
que es una curda, ¡nada más!
Mi confesión.

Un poco de recuerdo y sinsabor
gotea tu rezongo lerdo.
Marea tu licor y arrea
la tropilla de la zurda
al volcar la última curda.
Cerrame el ventanal
que arrastra el sol
su lento caracol de sueño,
¿no ves que vengo de un país
que está de olvido, siempre gris,
tras el alcohol?...

Contame tu condena,
decime tu fracaso,
¿no ves la pena
que me ha herido?
Y hablame simplemente
de aquel amor ausente
tras un retazo del olvido.
¡Ya sé que te lastimo!
¡Ya sé que te hago daño
llorando mi sermón de vino!
Pero es el viejo amor
que tiembla, bandoneón,
y busca en un licor que aturda,
la curda que al final
termine la función
corriéndole un telón…
al corazón.


“Victoria”, de Discépolo.

¡Victoria!
¡Saraca, Victoria!
Pianté de la noria:
¡Se fue mi mujer!
Si me parece mentira
después de seis años
volver a vivir...
Volver a ver mis amigos,
vivir con mama otra vez.
¡Victoria!
¡Saraca, Victoria!
Pianté de la noria:
¡Se fue mi mujer!

¡Me saltaron los tapones,
cuando tuve esta mañana
la alegría de no verla más!
Si es que al ver que no la tengo,
corro, salto, voy y vengo,
desatentao...¡Gracias a Dios
que me salvó de andar
toda la vida atao
llevando el bacalao
de la Emulsión de Scott..!
Si no nace el marinero
que me tiró esa piolita
para hacerme resollar....
yo ya estaba condenao
a vivir sacrificao
como el último infeliz.

¡Victoria!
¡Saraca, victoria
Pianté de la noria:
¡Se fue mi mujer!
Me da tristeza el panete,
chicato inocente
que se la llevó...
¡Cuando desate el paquete
y manye que se ensartó!
¡Victoria!
¡Cantemos victoria!
Ya estoy en la gloria:
¡Se fue mi mujer!