Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

07 junio 2016

10 euros

¡Qué extrañezas provoca esta España renqueante! Nos quejamos de todo y de todos y a menudo olvidamos que contamos con la inconmensurable fortuna de tener al alcance de la mano la conexión directa de nuestras almas con el espíritu del Universo. Apenas por diez euros.
¡Diez euros!, lo que costaba cualquier localidad en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional en Madrid para el concierto ayer de “Neopercusión Colectivo Neo” dirigido por Juanjo Guillem. ¡Diez euros! Tres veces más como mínimo te cobran en una obrita de tres al cuarto en un teatro con dos actores (si no uno y medio) y un decorado compuesto por una mesilla y una lámpara, ambas de Ikea.
Y ayer doce percusionistas, cuatro pianistas y el director (y percusionista solista), con un conjunto de instrumentos impresionante y la proyección del Ballet Mécanique de Fernand Léger y Dudley Murphy (1924) nos ofrecieron uno de los momentos musicales más grandes de este año. Y la sala estaba sólo a un tercio de ocupación. El resto de personas que podían haber disfrutado inimaginablemente del concierto supongo que estarían poniendo esos mismos diez euros en la barra de algún bar cercano o lejano para tomarse un par de cañas.
Sin embargo, los que allí estuvimos pudimos estremecernos hasta el tuétano con  las obras “Rítmicas V y VI” de Amadeo Roldán, la música para el “Ballet Mécanique” de George Antheil y, más que nada que yo recuerde en años, con “Mono-Prism II” de Maki Ishii.
Uno, que se las da de escritor, huye como de la peste de adjetivos con apariencia de pedantes, decimonónicos y empalagosos, pero no se me ocurre ser más justo hoy que diciendo que el concierto de ayer fue “sublime”. Para expiar mis culpas tiro del Diccionario de la RAE y me quedo más tranquilo. El acierto es pleno. “Sublime: excelso, eminente, de elevación extraordinaria (se aplica a cosas morales o intelectuales). Dicho de una persona: que cultiva algún arte o técnica con grandeza admirable. Orador, escritor, pintor, músico sublime. Dicho del estilo: dotado de extremada nobleza, elegancia y gravedad”.
Todo esto es lo que pudimos respirar por cada uno de los poros de nuestra piel, por cada uno de los cabellos de nuestro ser, por cada una de las sinapsis de nuestro pensamiento/sentimiento. ¿Cómo explicar lo allí sentido en compartida catarsis? Creo que así: entre el público había varios niños de siete u ocho años (esa edad en la que estarse quieto es proeza merecedora del Nobel de la Paz). Si a éstos los llevas a escuchar una sinfonía de Mozart (con perdón, magíster), en el minuto siete ya han desmontado (los niños) las lámparas del techo, tres sillones de la platea y han comenzado una batalla de pelotitas de papel con consecuencias como las de Gavrilo Princip en Sarajevo en 1914. Sin embargo ayer, los niños presentes quedaron durante una hora ojipláticos, boca abierta, las manitas agarradas al asiento delantero, conscientes de estar siendo testigos de algo asombroso.
Y tanto. En especial quiero reseñar el tema Mono-Prism II de Maki Ishii. De repente la sala se convirtió en una jungla onírica en la que tan pronto los árboles zumbaban como bandadas de cigüeñas o flamencos abrían y cerraban al unísono sus picos creando una atmósfera emocional indescriptible (crotorar se denomina ese sonido de las cigüeñas). Después se desencadenaba la mansa pero indomeñable lluvia de los trópicos delante de nuestros asombrados ojos. Todo ello en una rotundidad sonora entreverada con notas delicadísimas, en conjunto creando, como en la película Avatar, el vínculo. Sí, el vínculo del hombre con lo mejor que (aún y siempre) tiene la Humanidad…
Repito, extrañezas de nuestro raro país, de acontecimientos como éste uno no se entera por el Telediario, que no tiene hueco con tanto fútbol, sino por la personalizada recomendación de algún amigo. En este caso la de una de las extraordinarias pianistas del grupo, Isabel Puente, que junto a los otros tres pianistas y los trece percusionistas (bajo la subyugadora dirección de un hombre entusiasta, esto es, poseído por Dios: entheus), nos regalaron una desmedida muestra de hasta dónde nos puede conducir la pasión por el arte, con un esfuerzo no sólo mental sino puramente físico, en una entrega total a sus instrumentos hasta alcanzar una armonía inigualable en su dificultad. Gracias Isabel por el soplo.
Para acabar, os pongo aquí unos enlaces ya que los propios músicos ayer, por si era poco nuestro asombro sólo pidieron que quitáramos el sonido a nuestros móviles, pero que no los apagáramos y que grabáramos y difundiéramos cuanto quisiéramos. Así sea, difundamos este tesoro semi-oculto del Grupo Neopercusión (http://www.neopercusion.es/).

“Rítmicas V y VI” (1930) de Amadeo Roldán:
“Mono-Prism II” (1985) de Maki Ishii:
“Ballet Mécanique” (1926/1953) de George Antheil:
« Ballet Mécanique » (1924) de Fernand Léger:




1 comentario:

Ita dijo...

Qué sonidos más armónicos!