Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

27 julio 2015

Café Comercial

Era 1979. Tal vez 1980. Acudía a mi primera tertulia literaria. Fue en el Café Comercial de la Glorieta de Bilbao de Madrid. Tras encontrarnos en la Calle Covarrubias esquina con Sagasta dirigíamos nuestros vehementes pasos hacia el Comercial. Los contertulios de entonces siguen siendo mis mejores amigos de hoy, mis cómplices, mis compañeros, mis hermanos. Julio, Arturo, Kintas, Simón… Nos sentábamos los sábados por la mañana en una mesa al fondo a la izquierda. Creo que la misma en la que los martes se reunían unos pilotos republicanos… Allí nos leíamos cuentos y versos, sabiéndonos parte de una historia más larga que nuestras vidas, más profunda que nuestros deseos de hacer grandes cosas en el mundo.
Y ahora recibo lejos de Madrid la noticia del cierre del Café Comercial. Qué desolación. Qué sensación de impotencia ni siquiera poder acercarme ahora a rendir un homenaje al lugar donde mis Poetas Hazversos desplegaron tanto talento. Donde Juanjo Martín Ramos, uno de nuestros mejores editores patrios, y yo hablábamos de cuando en vez de lo único que importa en nuestras vidas: la palabra escrita. El paisaje en el que encontraba a nuestro nobelable novelista Rafael Soler y echábamos pestes de la caterva de poetastros, nosotros los primeros…

Apenas hace cinco días reuní allí a una veintena de mujeres y hombres solidarios para involucrarnos en un proyecto a favor de las personas con discapacidad de un país muy lejano de España. Y ahora no queda nada de los ecos de mis días y mis noches allí...

Ya Discépolo dedicó un tango a un Café de Buenos Aires… vaya hoy como póstumo homenaje… en un adiós que espero sea tan largo como para que antes de acabar haya regresado nuestro Café Comercial con renovada sangre y nuevas palabras escritas y en el aire…

De chiquilín te miraba de afuera
como a esas cosas que nunca se alcanzan...
La ñata contra el vidrio,
en un azul de frío,
que sólo fue después viviendo
igual al mío...
Como una escuela de todas las cosas,
ya de muchacho me diste entre asombros:
el cigarrillo,
la fe en mis sueños
y una esperanza de amor.

Cómo olvidarte en esta queja,
cafetín de Buenos Aires,
si sos lo único en la vida
que se pareció a mi vieja...
En tu mezcla milagrosa
de sabihondos y suicidas,
yo aprendí filosofía... dados... timba...
y la poesía cruel
de no pensar más en mí.

Me diste en oro un puñado de amigos,
que son los mismos que alientan mis horas:
(José, el de la quimera...
Marcial, que aún cree y espera...
y el flaco Abel que se nos fue
pero aún me guía....).
Sobre tus mesas que nunca preguntan
lloré una tarde el primer desengaño,
nací a las penas,
bebí mis años
y me entregué sin luchar.

La versión, inmejorable, de mi muy admirado amigo Carlos Montero…

Sé que la nostalgia a menudo sólo conduce a la melancolía, un lugar a prescindir donde todo se pudre y nada florece. Que hay que dar paso a nuevas ideas, pero arrancar de mi biografía las mesas del Comercial se parece mucho a la irreparable pérdida de un amor que no volverá jamás…

Mi abrazo más sentido para Fernando y todos los trabajadores del Comercial.


(Fotos abc y madridvillaycorte)

16 julio 2015

De derechos y de autores

El tema de los derechos de autor es siempre controvertido. En mi vida hace tiempo opté por que la verdad no existe, apenas las percepciones de la realidad y que a menudo la percepción más justada para mí es la que encuentra ciertos equilibrios, compromisos, mutuos bienestares, luces y sombras por igual.
El problema de los precios de objetos culturales, como en casi todo ¿tendrá que ver con la rapacidad de los autores, los individuos, las empresas, los propios consumidores?
Si nos centramos en el mundo literario convendría recordar que si alguien compra un libro por quince euros el autor recibe entre 1,2 y 1,5 euros. Quien pretendiera “vivir” de lo que escribe, para alcanzar el salario mínimo interprofesional (650 euros más o menos) tendría que vender unos 500 libros al mes todos los meses. Seis mil libros al año. Si ya nos hemos recuperado del ataque de risa podemos seguir con otro matiz.
En fin, la rapacidad del autor con ese 8-10% de derechos de autor queda bastante menguada que digamos. El otro 90% se lo llevan el editor, el distribuidor y el librero. Tampoco es que uno encuentre multimillonarios en esos sectores así que lo mismo todo está razonablemente medido y compensados los gastos de personal, papel, vehículos, vendedores…
Respecto a los lectores hay que reconocer que tampoco es que en este sector del libro estén entregados a una cruzada pirata descargándose fraudulentamente todo libro que desean caiga en sus manos. Cuando las ediciones digitales tienen un precio acorde a los costes de producción, por debajo de 5 euros, por ejemplo, el aficionado a la lectura lo descarga y compra.
Sin embargo, volviendo a los derechos de autor, lo que ya no encuentro razonable en modo alguno es que en literatura, después de muerto el autor, sigan obteniendo las regalías los herederos… hasta 70 años después del óbito. Los derechos de autor deberían extinguirse con la existencia del creador. O tres o cuatro años después, si se quiere. Ello redundaría en un mejor acceso continuado a la cultura. Ahora hablo con mi gorro de editor para decir que me parece penoso no poder republicar a autores fallecidos por las exorbitantes y ridículas y rapaces pretensiones de sus, a menudo iletrados, herederos. Los ciudadanos tienen también su derecho de “autor”, el de poder leer una edición nueva de un Wenceslao (es un decir, ya me entiende quien me entienda) o cualquier otro libro, demasiadas veces descatalogados, sin tropezar con las económicas demandas de los familiares del artista.
Claro que, contradictoriamente, hay algunas otras cuestiones de derechos de autor que tal vez no deberían caducar nunca. Por ejemplo cuando las obras literarias se utilizan por empresas u organizaciones para obtener beneficios. Tal vez en esos casos habría que crear un fondo público que se dotara del pago de esos derechos de autor para usarlo en la promoción general de la literatura o vaya usted a saber.
Me explico con la fotografía que aparece acompañando a este texto (ya lo sé, demasiado largo para ámbitos internéticos donde prima la inmediatez). Como se puede ver en la foto, una gran empresa, para vendernos un coche, se sirve de una frase literaria que ya ha calado en el imaginario colectivo. Dicen en su anuncio: “Todo cambia para que nada cambie”. Se basa por supuesto en la novela “El gatopardo”, escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa (sarcasmos de la vida: publicada un año después de su muerte). El personaje de Tancredi declara a su tío Fabrizio: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie" ("Se vogliamo che tutto rimanga come è, bisogna che tutto cambi"). Esta frase se conoce en  la actualidad en el ámbito de las ciencias políticas como "gatopardismo" o "lampedusiano": "cambiar todo para que nada cambie".
Lo mismo puede decirse del famoso “Preferiría no hacerlo” (“I would prefer not to”, en el original) de Bartleby, el escribiente de Melville… y de tantas otras frases literarias incorporadas al acervo cultural de nuestro mundo.
Así que si una empresa, organización, publicista o quien sea se vale de una frase como esta, letra por letra, sin aportar un mínimo de creatividad, entonces tal vez debería financiar con un mínimo un Fondo de Promoción de la Creación Literaria o qué sé yo. Porque las personas que hayan diseñado la campaña de publicidad del coche de la foto en cuestión, ¿qué han puesto de su magín?
Sé que exagero. Tampoco es que vayamos a llevar al extremo el asunto. No se trata de que por poner una frase de Séneca en el colofón de un  libro tengamos que pagar por ello a ese Fondo, pero al ver la campaña de publicidad de ese coche sentí que algo se había usurpado a Lampedusa. Que demasiada gente pensaría que qué buena frase la del anuncio sin saber que su autor es otro que merece el reconocimiento de los humanos.
Así que aprovechemos mi desnorte de hoy para leer o releer tamaña novela como “El gatopardo”. De ella hizo Luchino Visconti en 1963 una extraordinaria adaptación con Claudia Cardinale, Burt Lancaster y Alain Delon. Sin embargo la novela la supera, entre otras cosas porque el “The end” de la película se produce antes del desenlace real y final de la novela. Y esos últimos capítulos del escritor Lampedusa contienen algunos de los pasajes y reflexiones más bellos de la novela…

Lo dicho, insensateces mías, pero si están eligiendo lecturas de verano, ¡no lo duden!

08 julio 2015

Saint-Exupéry

El próximo 31 de julio hará 71 años que murió en una acción de reconocimiento al mando de su avión el escritor Antoine de Saint-Exupéry. Uno de los pensadores más lúcidos del siglo XX, víctima de esa II Guerra Mundial por la que los que la desencadenaron activamente y los que miraron para otro lado en la indiferencia de sus teutones privilegios deberían expiar su culpa ad aeternum.
Ahora que demasiados en la derecha ideológica y mediática de esta España que por mitades nos hiela el corazón invocan la Guerra Civil, quiero traer algunas de sus reflexiones a modo de acicate para que no cejemos en la empresa de hacer más grande al ser humano frente a las miserias de los ruines…
Reflexiones sobre la Guerra Civil española (“Un sentido a la vida”, Círculo de Lectores):
“Ése es el milagro de la especie humana: no existe ni dolor ni pasión que no se irradie y adquiera una importancia universal…
… en la guerra civil, la frontera es invisible; pasa por el corazón del hombre… una guerra civil no es una guerra, es una enfermedad… esta lucha no consiste en expulsar a un enemigo del territorio, sino curar un mal. E n una guerra civil uno lucha contra sí mismo. Y por esta razón, sin duda, esta guerra adquiere una forma tan terrible: se fusila más que se combate… y Franco ha podido pronunciar esta frase atroz: “¡aquí ya no hay comunistas!”, como si una junta de clasificación hubiera realizado una selección…
La grandeza del hombre no reposa sólo en el destino de la especie: cada individuo es un imperio…
Aquí tenemos a un general que, a la cabeza de sus marroquíes, condena a muchedumbres, con la conciencia muy tranquila, cual profeta que aplasta un cisma. Aquí se fusila como quien tala árboles… se ataca al hombre como a un árbol, con lentitud. Él se mantiene erguido, pero cada golpe se añade a los ya recibidos…
Siempre nos encontramos con esta contradicción: ¿cómo se puede imponer la inteligencia por la fuerza, cuando, por definición, la fuerza nada sabe de la inteligencia?...”.

Y un estrambote sacado de “Carta a un rehén” (Círculo de Lectores), en la que nos recuerda que “si difiero de ti, lejos de perjudicarte, te enriquezco”:
“¡Respeto al hombre! ¡Respeto al hombre!... Esta es la piedra de toque. Cuando el nazi respeta exclusivamente a quien se le parece, no respeta nada más que a sí mismo. Rechaza las contradicciones creadoras, arruina cualquier esperanza de ascensión y, en lugar del hombre, funda para mil años el robot de un hormiguero. El orden por el orden castra a l hombre en su poder esencial, el de transformar el mundo y a sí mismo. La vida crea el orden, pero el orden no crea la vida.
La verdad de mañana se nutre del error de ayer, y es en las contradicciones que tenemos que superar donde está el auténtico abono de nuestro crecimiento… La verdad de ayer está muerta; la de hoy, aún por  edificar. No se vislumbra ninguna síntesis válida y cada uno de nosotros sólo posee una parcela de la verdad. No pudiendo imponerse por convicción, las religiones políticas recurren a la violencia…

¡Respeto al hombre! ¡Respeto al hombre!... Si el respeto del hombre se instala en el corazón de los hombres, los hombres, consecuentemente, terminarán por fundar el sistema social, político y económico que consagre tal respeto. En primer lugar, una civilización se funda en la substancia. Se inicia en el hombre cuando, ciego, anhela recibir un poco de calor. Después, el hombre, de error en error, halla por fin el camino que conduce al fuego…”.

(Dedicado a Montse Morata, verdadera experta en Saint-Exupéry. Quien quiera saber, que lea su tesis y sus artículos).

05 julio 2015

Bienvenida sea la justicia (poética)

Sí, bienvenida sea la justicia poética. Por fin, tras años de saberse por doquier, ha habido una especie de pequeña revuelta internética contra la corrupción literaria. La de la poesía en concreto.
Nunca es tarde si la dicha es buena y da lo mismo el origen y acicate para la rebelión de los poetas.
Me refiero a la demanda así llamada precisamente “Justicia poética” movilizada en change.org en relación con "los responsables del Área de Cultura de ayuntamientos, diputaciones provinciales y otras Administraciones Públicas" que patrocinan diversos premios de poesía a través del agente “instrumental” de la editorial Visor.
Curiosamente el detonante (por fin) de esta vírica demanda, la de acabar con corruptelas bien conocidas, han sido las declaraciones misóginas e ignorantes de Chus “Visor”.
No son ganas de reivindicar tardíamente a los que (Ricardo Ruiz, Pedro Olaya, Jaime Reis, yo mismo...) ya habíamos denunciado públicamente el caso más grave. Pero bien está entre escritores poner algún punto sobre su i. Porque grave es la discriminación negativa de las mujeres poetas hecha patente por ese patán-te, pero mucho peor es la corrupción relacionada con los presupuestos y dineros públicos. La opinión personal de ese editor ha de importarnos un guano. Otra cosa es que su opinión se imponga mediante camarillas de personas interpuestas y las mujeres de España tengan aún más difícil ser reconocidas también en la poesía y los dineros públicos incurran en prevaricación de algunos jurados.
Y en relación con esto último me permito reiterar aquí lo que ya publiqué hace tres años (“Antología de Poetas Hazversos. Crisol 2012. Ed. Cuadernos del Laberinto):

“…cuando la corrupción arrasa las conciencias y la honorabilidad por doquier de la vida social y ciudadana hispánica, han aparecido dos hombres, dos escritores (Ricardo Ruiz y Pedro Olaya), cada uno de su propia, única y unánime pieza alzando al unísono sus voces en la prensa para denunciar que la putrefacción también afecta al mundo literario, con especial inquina en la lírica. Algo que todos los poetas y críticos y cátedros (y buena parte de los lectores) sabíamos; algo que en estos mismos Crisoles Hazversos Jaime Azcona o Jaime Reis han hecho público año tras año. La diferencia es que lo denunciado por estos jaimes no salía del propio entorno de poetas y lectores de poesía y con muy limitada difusión, publicado en ediciones para bibliófilos. Pero lo que han desvelado Ricardo Ruiz y Pedro Olaya lo han hecho en la prensa, y por ello ha tenido importante repercusión mediática y ciudadana: la corruptela por la que el premio Ciudad de Burgos, presidido por Luis García Montero (LGM), ha premiado a un poeta, compadre granadino de éste y elemento de la cuadra Visor, que no había sido preseleccionado. O sea que alguien indebidamente y con anterioridad a la reunión del jurado conocía el título, el lema y el autor y exigió “rescatar” de los no seleccionados ese libro para premiarlo, sin afectarse por la desvergüenza. Y esta denuncia de estos dos íntegros señores tiene aún más relevancia, sobre todo porque han singularizado la corrupción donde más flagrante es, no se han limitado a la denuncia general del amiguismo editorial. Que toda actividad humana está sometida a la subjetividad es verdad de Perogrullo. Que en la poesía, como en la fontanería o en la educación universitaria o en la profesión que sea, en el fondo todos se conocen unos a otros es también evidente. Que algunas veces los seudónimos utilizados al presentarse a un concurso difícilmente pueden conseguir que una parte del jurado deje de reconocer presumiblemente a su autor, es inevitable y, en el fondo, admirable: tener un estilo propio, identificable, ¿quién no lo desearía? Pero otra cosa es la corrupción generalizada, continuada por decenios e institucionalizada de modo estructural en los premios, subvencionados todos por administraciones públicas, que copa y fagocita la editorial Visor. Ni siquiera la desvergüenza del “premio” Planeta se le equipara. Porque lo del Planeta es ya algo tan público y notorio, ha sido tantas veces escrito y descrito en los medios de comunicación social, que sólo quien decididamente se empeña en ello puede ignorar que es un premio de encargo, que se contrata al futuro ganador meses si no años antes. Y que quienes se rebajan a obtenerlo son gentes de muy escasa honorabilidad humana, compatible a veces con la grandeza artística, sí, aunque cause tristeza comprobar la menesterosidad de algunos que ni siquiera pueden aducir que se presten a tal juego por que vivan en la miseria. Los verdaderos hombres, lo que hacen es sobrevivir y morir en ella, en la miseria (Galdós, Jardiel Poncela...) no amillonarse el riñón con el engaño de los lemas y las plicas.
Todo esto, tristemente, ocurre cuando los escritores quieren convertir su actividad en una remunerada, funcionarial, reconocida, hipotecaria. Y para ello optan, por ejemplo, por sindicarse en las sombras. Hablaba más arriba de la cuadra de poetas de ciertas editoriales. Así no deja de asombrarme esa creciente afinidad de tantos poetas –dedicados a la actividad más individualista que conozco, el arte- por encontrar afines y afiliarse a diferentes cuadras, cuando todo el mundo sabe que en una cuadra siempre huele a amoniaco, el de la orina de los semovientes. Dijo Hermann Hesse en su Demian que ningún hombre ha llegado a ser él mismo por completo; que podemos entendernos los unos a los otros; pero que interpretar es algo que sólo puede hacer cada uno consigo mismo. Pocas veces se ha descrito mejor la función de algo que no tiene función, como es la poesía. Pero ese milagro de la creación poética se infecta de podredumbre cuando entran a mangonear las sectas. Tendencias está bien que haya. Y afinidades, complicidades, hasta “generaciones”. Reconocerse en lo que otros escriben como si fuera propio es parte de la mejor naturaleza humana, que busca y encuentra hermandades. Pero traspasar el hermanamiento para constituir sectas y mafias nos conduce justo al otro extremo de esa naturaleza humana, al de las fratrías…”.


Un último apunte, no exento de amargura. Escritores hay que un día hacen bandera política contra la corrupción y acaban presentándose de cabeza de lista a unas elecciones. Así lo hizo recientemente LGM por Madrid. En su programa la lucha contra la corrupción era una prioridad. Y ello me hizo recapacitar sobre que tan corrupto es el concejal de urbanismo que se embolsa cientos de miles de euros para sí o su familia como el que embolsa en la cuenta corriente de amigos y afines una y otra y otra vez premios literarios pagados con los impuestos de (casi) todos. Las urnas tal vez en este caso hicieron ya su poética justicia. Aunque fuera para desgracia de los madrileños, condenados a otros cuatro años de políticas neoliberales y conservadoras…
Sea.





Enrique Gracia Trinidad, la poesía y la Ajo

Querido Magíster EGT:
leo con unción tus palabras (http://enriquegracia.blogspot.com.es/2015/07/del-pensamiento-la-poesia-y-el-ajo.html) y los comentarios provocados (véase feisbuc). Y se me ocurre sumar a ellos la reflexión de uno de los escritores más sagaces que he leído, Casanova, quien dijo: no basta con una frase ingeniosa para elaborar un soneto. El ingenio sólo basta para hacer un epigrama.
A veces ni eso. Porque por supuesto quienes no tienen talento, ni siquiera ingenio, apenas son capaces de hilar frases infantiles y prescindibles.
Y bien está que cada uno haga la poesía (o sucedáneo) que quiera. Lo que ya me parece que no es de recibo es la arrogancia con la que muchos de estos “no tan jóvenes poetas” vienen a arrojarnos a la cara los inanes guantes de sus versos creyéndose que han sido los primeros y únicos en sus simples ocurrencias. Lo que deja claro cual patena que escribir escribirán pero que leer, lo que se dice leer tienen una gran carencia. Si hubieran leído un poco sabrían que de originalidad la justa y entonces tal vez refrenarían sus impulsos catecuménicos, por llamarlos así.
Y no se trata de que porque ya cientos de poetas antes hayan escrito haikus, por ejemplo, o sonetos, uno no vaya a abordarlos. Bien está que los escritores nos repitamos en temas universales. Cada época requiere su lenguaje, aunque la reflexión luego sea la misma (el amor, la soledad, el abismo ante la muerte...). Pero al escribir hay que hacerlo con un mínimo de conocimiento y de humildad. Diría. Que es yelo abrasador ya lo dijo Quevedo. La rueda, el ajo y las cerillas se inventaron hace mucho. Ir de Supremo Hacedor y querer patentarlas es cosa que debe causar risa. Y llanto.
Y si entramos en lo de las performances versus los recitales aburridos, ahí que cada cual aguante su vela. No recuerdo un sólo recital de EGT en el que no haya aprendido muchas cosas y haya dejado de reírme y disfrutar. Simple que soy, tal vez. Y resulta que a mí los que intentan epatar a los burgueses con lugares comunes y ensayadas salidas de pata de banco, que me dejan frío... ¡Cómo soy!
En todo caso ya sabes que en los prólogos y epílogos que firmaba de mis antologías anuales de Poetas Hazversos abordé en varias ocasiones el fenómeno del llamado pensamiento débil, pensamiento que impera en nuestra sociedad. Vayan aquí entonces también unos párrafos de la antología de 2011 de Poetas Hazversos que vienen al caso en mi alineación contigo, vayas donde vayas... ya sabes "hieme et aestate, et prope et procul, usque dum vivam et ultra" (en invierno y en verano, de cerca y de lejos, mientras viva y más allá de mi vida):
“… Es así, el bestsellerismo aplicado a la poesía, basado en el predominante pensamiento débil, en el retrógrado conservadurismo que se va imponiendo. Por lo que, buscando la complacencia, se dan a luz poemas-bebé nacidos muertos en ese conservadurismo tradicionalista formal y moral pero encima insultando la inteligencia de algunos enmascarando sus poéticas en las nieblas de un fingido arriesgado “atrevimiento”.
Pero no nos engañemos, tampoco el mero artificio formal, sonoro, sin un por qué merece la consideración de obra eterna del hombre (y eso que tal “por qué” bien puede ser la belleza sin otra explicación, que conste). El virtuosismo (que nada tiene que ver con el talento) jamás ha sido arte verdadero porque adolece de la esencia misma de la obra artística: la creación. Es solo recreación, que no es lo mismo. Es más, es justo lo contrario. Virtuosos aquellos que hacen catedrales góticas con palillos, o interpretan a Rachmaninov batiendo récors de velocidad, o pintan la Gran Vía como si fuera una fotografía, pero no aportan un gramo siquiera de entendimiento de la existencia.
Por eso, cuando alguna pseudopoeta (S.C.) simula un titánico esfuerzo para escribirnos como poema completo “Escuché mi violín / y vinieron las aves” o este otro “Cuanto más feliz soy / menos me comprenden”, a menudo está simplemente estafando. Me temo que su oscuro y escondido deseo sería ser capaz de decir lo que Eugénio de Andrade: “Ningún pájaro / permite a la muerte dominar / el azul de su canto” o “Conténtate con ser, hoy / mañana / otro día, esta luz breve”. Pero tales versos se encuentran fuera del alcance del poeta-fraude pues el talento no es un don que a todos corresponda.
También alguien (L.B.) publicó un “poema” titulado Volver: “Añoro mi casa, familia y Marilú; / añoro el cielo madrileño, / los pasillos estrechos, / las amistades buenas / que tus penas se llevan. / Volver al lugar donde nací, / mi ciudad natal, / me haría feliz”. Estos hemistiquios tienen de poesía lo mismo que una de las Páginas Amarillas. Consuele sólo saber que su autora tenía nueve o diez años cuando perpetró el texto, estas palabras innecesarias sin las cuales la tierra no sólo puede vivir sin inmutarse sino que habría agradecido no haber tenido q
ue contribuir a su deforestación para imprimirlas. Pero lo verdaderamente malo es que versos sin poesía como ésos los escriben otros a quienes la edad no puede redimir. Y nos encontramos la ralea de estos supuestos poemas publicados por escritores hechos y, sobre todo, derechos, o sea, profundamente conservadores, aunque públicamente –la imagen lo es todo- apoyen políticas zurdas.
También están los que quieren confundir poesías con epigramática, si es que a epigramas llegan su frases inconclusas y prescindibles: “Sólo acepto las estaciones / en mi cabeza hay estaciones” (P. H. C.). Punto final, como lo leen. Por no citar a los vaguetes componedores de falsos haikus que sonrojarían a la propia bandera del Japón: “Entre un hombre y otro / cruzas en autobús los campos / que cambian de color.” (N. F.). Hombre, tanta alforja para tan ridículo periplo causa casi sobresalto. Para hacer una metáfora hay que tener algo más en las manos que el bolígrafo, hay que ser un Tomas Tranströmer capaz de expresar la ligereza de la luz de la nieve con este hallazgo: “Un kilo pesaba apenas setecientos gramos”.
Ante tan amarga crítica como la mía, recapacito sobre mí mismo un segundo apenas y recuerdo a Enodio, que dijo: “está en la naturaleza de los más malvados pensar de los demás el mal que ellos mismos merecen; y éste es todo el consuelo que tienen los culpables: no encontrar a ningún inocente...”.
Pero al rato me rehago de las cenizas de mi propia duda e insisto en la reivindicación de los olvidados, de los Hazversos Poetas. Y para ello propongo probar el sonrojo que ha de causar poner al lado de aquellos prescindibles versos otros que sí son esenciales y necesarios, deber y salvación de los amantes de la poesía, versos absolutorios como estos de Julio Castelló (“La letra pequeña”, Ed. del Flexo Rojo, 2008):

“mi alma
como la de un revólver
esconde
el silencio previo de la muerte”

“aprendí a fingir que estaba vivo
sin demasiado esfuerzo
moví con precisión mi peso y mi silencio
parpadeé de cuando en cuando
acaricié la luz
                   para sentir su frío
y prescindí del ruido detenido de la sangre
no fuera a despertar
y fuera
         una vez más
                            tarde”

En fin, vivimos horas de banalidad, de pretensión, de ensalzamiento de la contracultura del esfuerzo. O sea, la del facilismo. Poco puede esperarse de unas sociedades que aceptan como algo necesario para satisfacer el hastío existencial haber trasvasado a la creación artística el principio capitalista del “usar y tirar”, todo movido por la urgencia propia del mercadeo: consumir, consumir, consumir. Mercadeo al que se han plegado no sólo los lectores sino los propios escritores, los críticos, los cátedros”… (Jaime Alejandre, Crisol 2011 de Poetas Hazversos, Ed. Cuadernos del Laberinto).

Sea.

01 julio 2015

Eugénio de Andrade, Blancura


“Blancura”, Eugénio de Andrade. Selección, presentación y traducción de Miguel Losada, Ed. Polibea, Colección Orlando, 2015, 87 pp.

Abordar la confección de una antología de un poeta se me antoja ser una tarea demasiado compleja, que además a menudo pasa desapercibida para quienes finalmente abordan la lectura de los poemas elegidos por el antólogo.
Si el poeta al que nos referimos es uno universal y que ostenta tal intensidad en su obra lírica como Eugénio de Andrade la empresa alcanza cotas de dificultad que sólo otro poeta puede afrontar.
Miguel Losada, poeta, editor, rebeldía cultural en marcha siempre; Miguel Losada, autor de la selección, el prólogo y la traducción de “Blancura”, digo, ha hecho un trabajo impagable.
Aquellos que conocemos de antes la obra del poeta portugués, podemos disfrutar de una selección sabia y certera que recoge cuanto de mejor hay en un escritor que todo lo hacía bien, y lo hacía con una medido cuidado, sin dejarse jamás llevar por el exceso y la abundancia. En obras tan comedidas y contenidas, hacer una selección y acertar con la quintaesencia es, repito, hazaña sólo al alcance de los más sabios.
Pero también aquellos que se acerquen por vez primera a la obra de Andrade encontrarán en este “itinerario poético” (acertado subtítulo de Miguel Losada) precisamente las escalas, los puertos, los pasos de montaña, los remansos esenciales para entender una obra compleja e integral como la de Eugénio de Andrade, a quien tanto admiró desde los quince años quien esto suscribe.
(Sí, en 1979 cayó por descuido de la biblioteca de mi padre a mis manos una antología de poesía portuguesa “actual” que comenzaba en Pessoa y terminaba en Andrade. Desde entonces, como un alfa y un omega de poéticas radicalmente distintas, quedé enamorado de ambos. Y así, hace ya casi treinta años, un 26 de julio de 1986, se me ocurrió peregrinar a conocer a Andrade a la Rúa de Palmela 111 de Oporto, donde vivía, en una peripecia cuando menos azarosa que ya contaré en otro lugar. El caso es que a nuestro poeta le costó lo suyo salir del asombro de que un desconocido jovenzuelo se le plantara en la casa por el mero deseo de conocerle… Su amabilidad y exquisita hospitalidad -copitas de porto mediante- me dieron muestras de que la humanidad es algo que, gracias a los dioses, algunos llevan más allá de los versos, y que la altura inalcanzable de la poesía de Andrade estaba en consonancia con su posición como ser humano en el universo… Pero como decía más arriba, esto es otra historia…).
Eugénio de Andrade, seudónimo de quien nació José Fontinhas, y de quien se cumplieron hace días los diez años de su muerte, es una de las voces más importante de la lírica ibérica del siglo XX. Por ello merece la constante atención de quienes consideramos la poesía como uno de los pilares sobre los que se asienta lo mejor del ser humano.
La antología que nos regala Losada (bajo los auspicios de ese lujo de la existencia que es Juan José Martín Ramos, editor de una sensibilidad, sabiduría, entusiasmo e intelectual altísima altura que no hay visores que alcancen siquiera a entrever la suela de sus muletas) contiene tantos poemas de tal intensidad que el lector no avisado quedará exhausto si pretende leer el libro de un tirón, atrincherado en la ignorancia de pensar que siendo pocos los versos de cada página se pueda pasar por un buen puñado de aquellos impunemente.
El libro se nos abre sin concesiones, como los cerezos en flor del primer poema, como los brazos de su segundo cuarteto, para acoger al lector y los dones de la creación en los que vivimos y sobrevivimos. Nos sorprende el segundo poema antologado, “Adiós”. Pero superada la extrañeza del título, el estupor que nos conquistará será el de estar ante un poeta cuya hondura en el conocimiento de la naturaleza humana trasciende los trillados caminos y hace trascender el espíritu de quien lee sus versos.
El libro (por cierto en edición bilingüe, gran acierto) entonces ya se despeña con un inabarcable caudal de emoción: “… ¿Con qué palabras / o besos o lágrimas / se despierta a los muertos sin herirlos, / sin traerlos hacia esta espuma negra / donde cuerpos y cuerpos se repiten, parsimoniosamente, en medio de las sombras?...” (“Pequeña elegía de septiembre”); “… De repente / el silencio se sacudió las crines, / corrió hacia el mar. / Pensé: deberíamos morir así. / Así: arder en el aire” (“Sur”); “… Escribo para llevar a la boca / el sabor de la primera / boca que besé temblando. / Escribo para subir / a las fuentes. / Y volver a nacer.” (“Escribo”)…
En definitiva, poesía para la luz y de la luz, poesía de la esperanza en la serena desesperanza. Poesía del hombre en el hombre solo, poesía de lo tangible que no precisa de dios para celebrar la existencia. Poesía de la experiencia en la diferencia del espíritu, poesía de carne y vuelo… Ya lo dice Andrade en su poema “El lugar más cercano”:

El cuerpo nunca es triste;
el cuerpo es el lugar
más cercano donde la luz canta.
Es en el alma donde la muerte hace la casa.

Blancura, sí. Luz es la poesía de Eugénio de Andrade. Y los rayos más puros son los que Miguel Losada derrama sobre nuestros ojos en esta antología, no par cegarnos, sino precisamente para que la iluminación nos haga comprender la esencia auténtica de la vida.

Disfruten, pues, todos de este libro indispensable, tras el cual ya nada vuelve a ser lo mismo… “No llueve aún pero la tierra / en su amarillento y frío color / ya huele a lluvia”. Así nosotros, lectores, sentiremos ya el aroma de los versos de Eugénio de Andrade en todos los paisajes donde la luz nos recuerde que estamos vivos para estar vivos. No otro es el enigma.