Queridos amigos, os invito a transitar juntos mi blog.

Ven, vagamente,
ven, levemente,
ven solo, solemne, con las manos caídas
a tu lado, ven
y trae los montes lejanos junto a los árboles próximos,
funde en un campo tuyo todos los campos que veo,
haz de la montaña un bloque sólo de tu cuerpo...

(Fernando Pessoa)

29 marzo 2014

Aviso de navegantes

Nos encontramos ante “inéditas” (perdón por el aparente juego de palabras) facilidades que hoy “concurren” para que casi cualquier hijo de vecino publique su libro. Hace veinte años conseguir sacar una obra era titánica misión galardonada al 99% por el rechazo editorial.

Pero el drástico abaratamiento de los costes de la edición digital (en papel) ha supuesto que algunas editoriales puedan apostar por libros minoritarios sin poner en peligro la “cuenta de resultados”; o que algunos autores puedan permitirse el lícito lujo de financiar ellos la edición.

Por eso quiero aquí mandar mi aviso a navegantes para que no se les estafe. Una cosa es ser editado, bien sea gratuitamente (con sus correspondientes derechos de autor entre el 8 y el 10 % de precio en tapa), bien sea pagando parte o toda la edición; otra cosa es la autoedición o edición “de autor”;  y otra cuarta cosa es ser engañado por “edicilio” (definamos así el delito de estafa de edición).

Expresemos, pues, la diferencia entre estas cuatro categorías.

Edición a cargo del editor: éste adelanta el dinero preciso para la elaboración del libro en papel y se responsabiliza de la distribución del libro. Al año siguiente (por lo general) liquida derechos al autor respecto de lo efectivamente vendido en el año según el porcentaje convenido. Este pago se hace generalmente en dinero con su correspondiente fiscalidad. También, en parte o en su totalidad –dependiendo del montante-, algunos autores optan por adquirir algunos libros propios, con descuento de autor y cargo a esos derechos de autor.

Edición pagada en parte o totalmente por el autor: sigue habiendo un contrato con un editor y unas responsabilidades de éste que deben incluir indefectiblemente la distribución del libro (en mayor o menor alcance geográfico en función de la distribuidora con la que trabaje el editor). Operando igual respecto a derechos de autor. Digamos que aquí el autor se convierte en una especie de socio por proyecto concreto con el editor al que “ayuda” con la necesaria liquidez inicial que es el caballo de troya de las pequeñas editoriales.

Autoedición o edición de autor: es cuando un autor contrata y financia íntegramente la confección de su libro con una imprenta, directamente o a través de una editorial. El editor no adquiere responsabilidad de distribución de la obra. Simplemente la imprime a poco más del precio de coste y como contraprestación al pago del autor le da la edición íntegra a éste, que la reparte como buenamente pueda y quiera. Es el mismo mecanismo que cuando uno encarga en una pastelería los roscones de navidad: los paga y se los lleva.

Estas son las normas que todos debemos saber, lectores, escritores y editores, sin que la calidad de la obra se vea en modo alguno afectada por la modalidad de elaboración física del libro. Incontables ejemplos hay de autoediciones o autofinanciación de ediciones de obras maestras (Joyce, Zweig, Rilke…); del mismo modo que hay innumerabñes ejemplos de obras editadas por grandísimos emporios editoriales a todo bombo y platillo que causarían el sonrojo de un piel roja.

Pero como digo, queda aún una cuarta categoría, que separo de las anteriores, legales y honorables, porque ésta es simple y llanamente latrocino llevado a cabo por algunos editorilios desaprensivos en general en dos diferentes modalidades. Ambas basadas en que el autor cree que está conveniando con el editor unas condiciones (así aparecen incluso en el contrato) pero en realidad no es así.

La primera modalidad es la de pago por adelantado: el editorilio va y le cobra una desmedida cantidad al pobre autor, que va mucho más allá del mero coste de producción, que el autor acepta porque cree que incluye la contrapartida de la distribución con la complejidad logística y de contratos preexistentes entre el editor y la empresa de distribución y los libreros, etcétera. Hecho por el que el coste de la edición va más allá del de la mera impresión y cosido y traslado al domicilio. Pero ciertos editorilios simplemente editan la obra y no incurren en los gastos y gestiones de su distribución sino que la dejan apilada en un almacén. Esto que parecería un negocio ruinoso no lo es pues el autor ha pagado más de lo que está recibiendo a cambio. Pues sólo recibe la obra, que no es distribuida.

La otra modalidad de edicilio es la de pago a posteriori. El autor firma su contrato y se cree que el editor gastará su parte de dinero y de energías y esfuerzos en colocar la obra en una distribuidora… pero de eso nada. A los dos años, por ejemplo, el estafador libresco se pone en contacto con el autor para decirle que le eche una mano, que como no es conocido (el autor) y ha vendido tan pocos libros, le propone adquirirlos a un precio, valga otro “por ejemplo”, de dos euros. Pero es entonces cuando el autor descubre que el editorilio le intenta vender 435 libros inmaculados, en sus cajitas, de los 500 de la edición. El autor entonces dice, caramba, si en la presentación a mis amigos y familiares les vendí yo creo que 65 libros… va a ser que el resto de la edición ha estado durmiendo en los almacenes de mi editor el sueño de los ajusticiados… Y tanto… Total que si paga lo que le pide el editorilio dos años después se lleva la “ganga” de su propia edición que jamás salió de la editorial y nadie pudo adquirir, ni reseñar o quemar en pública plaza. Pero para ese viaje tales alforjas son una estafa diferida y más dolorosa. Mejor (y más barato, sobre todo más barato) es desde el principio optar por la modalidad de autoedición integral en que pagas por la elaboración de los ejemplares del libro que creas que vas repartir o vender tú directamente entre tus amigos y santas pascuas.

Así que lo dicho, estad, navegantes escritores, atentos a los sirénicos cantos de los estafadores de la edición digital en papel.

Perdón por la excesiva longitud de esta entrada. El tema, para desprevenidos autores, lo merece ante la profusión de ofertas de edición que rulan, pues recordad que ya lo dijeron los dramaturgos Pedro Muñoz Seca y Pedro Pérez Fernández: “Los extremeños se tocan”. Zeus esté con vosotros.
 

18 marzo 2014

El arte en el esfuerzo



A raíz de ver cuatro piezas de videoarte de Bill Viola [“En diálogo”: The Quintet of the Silent (2000), Dolorosa (2000), Silent Mountain (2001) y Surrender (2001)] en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (está sólo hasta el 30 de marzo, no os la perdáis, http://www.realacademiabellasartessanfernando.com/es/actividades/exposiciones/bill-viola-en-dialogo) especulaba conmigo mismo una vez más sobre la contraposición entre el arte como disfrute simple y llano y el arte como acicate de la reflexión íntima y personal. El arte en el que el espectador es eso, mero receptor, y el arte en el que la persona completa la obra del creador con su propio esfuerzo de entendimiento.

De ello habla en más extensa medida Alessandro Baricco en su ensayo “Los bárbaros” (Ed. Anagrama) en el que describe la tendencia actual del arte como dominado por la espectacularidad y la superficialidad donde se huye de la profundidad para saltar de una a otra sensación “navegando”. Es ese uno de los verbos principales de la civilización de Internet; contrapuesta a la visión del lector, el escuchador, el espectador que ante un libro, una sinfonía, un cuadro, por ejemplo, tienen que aportar un esfuerzo no desdeñable para desentrañar todo el mensaje de esas obras. No porque las obras en sí sean arcanas, oscuras o confusas, ni siquiera elitistas, y deban ser interpretadas unívocamente, sino porque el hombre contemporáneo para alcanzar la plenitud debería interpretar esas obras desde sus propios conocimientos. No se trata de recibir el estímulo como un pelele sin voluntad sino de implicarse en la obra de arte para obtener de ella cada cual más de lo que el conjunto de hombres podría obtener de manera maquinal.

Los cuatro videos de Bill Viola precisan de esa concentración, ese esfuerzo del espectador y a cambio recompensan con una hondura de conocimiento y sentimiento inimaginables. Tienen una duración de unos diez minutos cada uno y son escenas grabadas a cámara muuuuyyyy lenta. El arquetípico visitante de museo, ese que invierte más segundos leyendo la cartela que mirando la propia obra, si pretende echar un vistazo rápido a los vídeos no entenderá nada (y típicamente se irá diciendo que el arte contemporáneo son mamarrachadas), aunque pudiera incluso, tal vez, emocionarse “algo”.

El video-díptico “Dolorosa” junto a una talla de una clásica del XVII de una Dolorosa, es imposible que no impresione aunque se detenga uno ante él unos pocos segundos. Pero si uno se olvida de las prisas, a menudo inexistentes, y se deja llevar por la oleada de emoción y se da cuenta, por ejemplo, de que una lágrima discurre por el rostro del hombre y de repente cae sobre su camisa dejando una diminuta casi inapreciable mancha que es más que de agua de la sangre del sufrimiento humano de siglos, entonces ese espectador descubre la profundidad del mensaje de Bill Viola. El mensaje que ya no es ni puede ser el del creador, sino el del espectador.

Del mismo modo con “Surrender” cuando tras observar la imagen especular de un hombre y una mujer doblándose el uno sobre el otro descubrimos que lo que veíamos no era la imagen real sino el reflejo sobre un agua en el que al entrar las figuras provocan una distorsión de ondas donde comprendemos la interacción del dolor, la soledad y la fragilidad humanas.

Quienes desdeñan el esfuerzo y sacralizan el “todo incluido” se pierden las mejores cosas del arte, las cosas que no están “solo” en la misma obra sino en el propio ser que las admira y disfruta. Algo muy similar, por ejemplo, a lo que ocurre con los viajes. Como recuerda el doctor José Ramón Trujillo, viaje, en inglés, “travel”, procede del francés “travail”, trabajo. Un viajero debe esforzarse; una mera cabeza de ganado en un grupo organizado sólo sabe dejarse llevar. “… El acceso al sentido profundo de las cosas presuponía esfuerzo: tiempo, erudición, paciencia, aplicación, voluntad”, Baricco.

Disfrutar está bien, pero comprender nos proporciona algo más duradero, algo más sólido para el trascurso inevitable de la existencia. Y comprender supone concentración, esfuerzo. La espectacularidad convertida en el valor supremo (como sigue diciendo Baricco), más aún, convertida en el valor único debido a la dictadura del mercado capitalista de masas, conduce a la banalización, olvidados ya aquellos tiempos en que “no (se) elegía la calidad en vez del mercado; encontrába(mos) la calidad en el mercado… (hoy tenemos) el éxtasis comercial, la simplificación, la superficialidad, la velocidad, la medianía, el pacífico acomodo a la ideología del imperio americano…” (Baricco).

Colofón: el esfuerzo en el arte y para disfrutar el arte es un ejercicio que contradice todas las leyes de la termodinámica pues produce finalmente mucha más energía en el interior del hombre que la que éste haya tenido que invertir para gozar de la propia obra de arte…

13 marzo 2014

HER y Nerval

HER, película indispensable que para mí culmina la particular Tríada de la Soledad en ciencia-ficción: Blade Runner, el hombre ante la angustia de la mortalidad; El show de Truman, el hombre ante el enigma de la propia identidad; HER, el hombre ante el vértigo de las relaciones humanas, del amor y el desamor; el hombre ante el desconcierto del duelo.

Y ahora tras esta recomendación, otra parte de mí va y encuentra una relación intensa, aunque arcana, entre esa película y el momento que vivo y me vive, y por eso os regala este soneto de Gérard de Nerval de cuya traducción sólo yo soy culpable convicto y confeso. A nadie más se culpe...

 
Épitaphe
 
Il a vécu tantôt gai comme un sansonnet,
Tour à tour amoureux insoucieux et tendre,
Tantôt sombre et rêveur comme un triste Clitandre.
Un jour il entendit qu'à sa porte on sonnait.

C'était la Mort ! Alors il la pria d'attendre
Qu'il eût posé le point à son dernier sonnet ;
Et puis sans s'émouvoir, il s'en alla s'étendre
Au fond du coffre froid où son corps frissonnait.

Il était paresseux, à ce que dit l'histoire,
Il laissait trop sécher l'encre dans l'écritoire.
Il voulait tout savoir mais il n'a rien connu.

Et quand vint le moment où, las de cette vie,
Un soir d'hiver, enfin l'âme lui fut ravie,
Il s'en alla disant : " Pourquoi suis-je venu ? ".


Epitafio

Vivió, alegre a veces, como el estornino,
acá amoroso y tierno, allá descuidado,
a veces sombrío y soñador como un triste Clitandro,
un día escuchó en su puerta alguien llamando.

¡Era la Muerte! Entonces reclamó que le esperase
a que pusiera el final punto a su postrer soneto;
después, sin conmoverse fue a acostarse
al fondo del frío ataúd donde se estremeció su cuerpo.

Fue un holgazán, la historia nos contó,
que la tinta en la escribanía se secara, asaz dejó.
Saberlo todo quiso, pero nada conoció.

Y llegado ya el momento en que, cansado de vivir,
una noche invernal, su alma reposó feliz,
se alejó él diciendo: "¿para qué tuve que venir?".

11 marzo 2014

Inédito en español de Mary Shelley en Ed. Periscopio-Evohé

Queridos amigos: presentamos el quinto volumen de la Colección El Periscopio (Ed. Evohé):

HISTORIA DE UN VIAJE DE SEIS SEMANAS de Mary Shelley.

Se trata de la primera traducción al castellano de la obra, y ha estado a cargo de Arturo Gonzalo Aizpiri, autor también del prólogo de nuestra edición.
La obra, publicada en 1817, recoge la crónica de los viajes que la escritora hizo por Europa en 1814 y 1816 junto a su esposo, el poeta Percy B. Shelley, y su hermanastra Claire. Una Europa estremecida por el impacto de las guerras napoleónicas.
Gran parte del segundo de los viajes transcurrió en compañía de Lord Byron en las proximidades de Ginebra, y en él Mary Shelley escribió uno de los libros más célebres de la historia de la literatura mundial, "Frankenstein o el moderno Prometeo" (1818).
La edición incluye el poema "Mont Blanc" de Percy B. Shelley.



La presentación será el lunes 17 de marzo a las 19:30 horas en el Café Comercial de Madrid (Glorieta de Bilbao) y además de con la participación de Arturo Gonzalo Aizpiri (traductor, prologuista y editor) contaremos con la intervención del doctor José Ramón Trujillo (profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, escritor y editor).
Os esperamos.